25 de julio de 2014

"Sobre la respuesta a la pregunta por la realidad", Mario S.M.


¿Qué es la metafísica? Nada, no te preocupes. La “metafísica” es una palabra que nació con la impuntualidad de la pluma de Andrónico de Rodas, el sabio que en el siglo I a.C. editó y reordenó la obra de Aristóteles tres siglos después de que muriese allá por el siglo IV a.C. Sumergido en esta labor, llamó a los libros aristotélicos que estaban a continuación de los de física…: “ta meta ta fusika”. Literalmente traducido del griego helenístico, significa: “aquello que está más allá de la física”. Éste es su estudio. La metafísica es una disciplina encargada, en general, de designar conceptos que investigan sobre el conjunto global al que llamamos “realidad”, palabra por la que tanto nos preguntamos cuando miramos al cielo con un millón y más de preguntas ancladas en nuestra mente. 


La metafísica es pensar lo más lejos posible, crear un universo y sumergirse en él, cada vez más al fondo, intentando buscar y encontrar algo que quizá no exista: respuestas a preguntas. Hacer metafísica es filosofar pensando más allá de lo que se sabe y de lo que se puede saber, por eso a lo largo de la historia de la filosofía no se le ha reconocido a la metafísica como una ciencia estricta, ni como algo “digno” de ser oficialmente filosófico. ¿La causa? Que nunca se puede enunciar totalmente una tesis metafísica porque tan rápido como sube, baja. Es falsable. Pero siempre hay quien se sale del rebaño y critica, enunciando algo nuevo, a esos que van de mayestáticos hiper-racionalistas sin saber lo que ello conlleva y significa, sólo aparentando y no siendo, y si siendo, siendo mal. Poca gente sabe que, en realidad, el racionalismo está en la capacidad de irracionalismo que se tenga y se sepa controlar. Veamos, el ser humano no es ni un animal político, ni racional, ni moral… es el sustantivo sin adjetivos, es un puro animal. Lo que pasa con nuestra naturaleza animal es que la podemos controlar, y a partir de ahí ir desarrollándonos paulatinamente. Así pues, como animales dotados de pensamiento, aparte de inconsciencia pura y dura como otro animal cualquiera, podemos elegir cómo dirigir esa actividad mental. A nivel muy general se hallan dos posturas: la racionalista y la irracionalista. La primera es atender a la razón (sería el pensamiento), la segunda al corazón (sería el sentimiento). ¿Qué pasa? Que como animales que seguimos siendo aunque a veces por el prestigio de olvidar lo hagamos hasta de nuestra propia naturaleza, siempre estamos más inclinados al corazón, lo que implica el sentir, el tender al placer y el buscar la felicidad como conquista de una actividad constante de goce. Raras veces nos equivocamos cuando hacemos caso al corazón, para eso otorga sus imperativos, por supuesto, pero... todo tiene su causa y su efecto. Si hiciésemos siempre lo que el corazón dictase con puños de sangre y dedos de idealismo, las consecuencias de nuestros actos serían fatales. 


El problema es que hay infinitos tipos de interpretaciones de las cosas, tantos como cabezas pensantes. Entonces, ¿por qué se establece que algo sea válido o no? ¿por qué se establece que algo es verdadero y lo contrario es falso? ¿por qué se establece que la metafísica no es una ciencia más? Malditos juicios tontos. ¿Acaso los científicos de ahí fuera, prestigiosos por supuesto, tienen total certeza de que las cosas han sido, son como son y van a seguir siéndolo simplemente porque siguen siempre una fórmula infinita con infinitas variantes? La ciencia se ocupa de estudiar el mundo en tanto que se puede conocer por la gnoseología humana estrictamente; la metafísica se ocupa de estudiar lo que, en realidad, a nivel mucho más general, es la “cosa-en-sí”, el ser. Pero, un momento, ¿es necesario argumentar toda la historia de la filosofía para pensar la metafísica? ¿no conoces ya a grandes genios de esto como Parménides, Demócrito, Leucipo, Platón, Aristóteles, Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Descartes, Hobbes, Hume, Locke, Kant, La Mettrie, Diderot, D’Holbach, Helvetius, Feuerbach, Hegel, Marx, Nietzsche, Wittgenstein, Collingwood, Strawson…? Aunque sólo se piense desde los grandes autores de la filosofía que esculpe el mundo y escribe su historia, y ésta sea una de las raíces de nuestra cultura, no es necesario saber sobre la historia de la metafísica para hacer metafísica. Ésta es hacerse preguntas e intentar contestárselas, si cabe la posibilidad, no hay más, incluso aquí el más tonto puede ser el más listo, el más torpe puede ser el más inteligente, el más loco puede ser el más lúcido, el más realista puede ser el más idealista, el más formal puede ser el más revolucionario… y todos los casos anteriores multiplicados por su opuesto, es decir, y viceversa.